Estaba yo mirando la venita de mi verga,
es decir del instrumento, y pensaba qué cojudo,
qué jaleo, qué momento, qué monumento a la juerga
que pagaste con tus pesos obtenidos del cornudo.
Me escurría las gotitas que tragabas como perra
con la mano que en tu entraña se embarrara. Vieja
brizca pura panza y celulitis: no yerra
a un blanco fofo mi acabada dura y pareja.
Di mi fruto semental a las verrugas sudadas
de tu papada flameante sombreada por mi verija
después de tenerte montada a los saltos por un rato.
Vos que aullaste a la luna en aguardentosas acabadas
no sabés que para parármela miraba a tu hija
quinceañera masturbándose en la puerta de tu cuarto.
jueves, 24 de diciembre de 2009
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